SIGNO, LENGUAJE Y LITERATURA
Enseñar
se hace cada vez más complejo; hemos pasado de instruir a los jóvenes con ganas
de ser hombres a cazar fieras en los bosques, a intentar transmitir lo más
significativo de la basta información que hay actualmente gracias a todos los
avances de la ciencia en todos sus ámbitos. También, hemos hecho una gran
transición en cuanto a herramientas educativas. Tenemos la capacidad y
tecnología suficiente para hacer frente
a las demandas y niveles de preparación que la sociedad actual requiere. En el
mismo sentido, podemos hacer hincapié en la herencia cultural de cualquier
parte del mundo, recalcando aquello que aprendemos a lo largo de nuestras
vidas: los signos. Supuesto esto, sabemos que la lengua se halla inmersa dentro
de este sistema en la capacidad que tiene el hombre para comunicarse con los de
su misma especie, el lenguaje, por lo cual es de vital importancia enseñársele
desde temprana edad.
Ahora
bien, ya que el lenguaje implica amplias maneras de comunicación, podemos hacer
mención que dentro de este encontramos cantidades de sistemas de signos que
utilizamos a la vez y a cada instante.
Tenemos entonces signos del lenguaje, de la escritura, de cortesía,
monetarios, del arte, etc., los cuales tenemos que aprenderlos de alguna u otra
forma. Los signos están en todas partes, y a cada momento nos transmiten un
mensaje. Enseñar entonces lenguaje y literatura implica también la enseñanza de
los signos que estos necesitan para ser entendidos.
La importancia del signo para el mundo
del lenguaje y la literatura radica en el impregnar mental del mundo que nos
rodea. Sería imposible entender lo
que está a nuestro alrededor si no existiese la estrecha relación entre el
significado y el significante (caras psíquicas del signo). Es necesario
entonces tener en cuenta esta poderosa idea para plasmar en los infantes todo
aquello que en algún momento van a necesitar; es decir, desde entender qué es
un zapato, pasando por reconocer su hogar y todo lo que en él hay, hasta
familiarizarse con lo que cuenta una ciudad.
Estamos
condicionados a sacar a flote en nuestra mente los significantes de los
significados de las cosas que están en derredor nuestro de una forma veloz, y
es gracias a la adhesión de miles o tal vez millones de signos que almacenamos.
El enseñar lenguaje y literatura no es simplemente aprender a hablar, leer o
incluso interpretar, sino también, interiorizar lo palpable, convirtiendo lo
material y tangible en información psíquica para luego hacer uso de ello. Es
simplemente poder “administrar” lo que vemos, oímos y sentimos de tal manera
que podamos encajar en el constante ciclo comunicativo como emisores o
receptores de mensajes con carga de significado.
Los
signos los podemos encontrar en todas partes y en un sinnúmero de formas. El
ser humano los ha desarrollado y hacen parte de nuestra cotidianidad siendo tan
profunda nuestra relación con ellos y la interiorización de estos que
fácilmente distinguimos en qué campo funcionan o en qué casos se pueden usar
sin al menos ponernos a pensar detenidamente en ello. Cada medio cultural nos
arroja una baraja de maneras con respecto a estos sistemas de signos, y que
muchos tienen en común con otros en el mundo, para que los apliquemos según el
medio en el que nos desenvolvemos. Muy bien lo resalta Eco afirmando que: “Así,
la cultura puede estudiarse por completo desde un ángulo semiótico y a la vez
la semiótica es una disciplina que debe ocuparse de la totalidad de la vida
social”.
La
lengua es uno de esos sistemas que abarca la interpretación de otros sistemas
de signos, por lo cual podemos imaginar la gran función que tiene y cuan
abarcable es para la comunicación humana. Señalamos aquí una clave para la
importancia teórica que tiene la lengua, y es la de conocer el uso de ésta como
mediadora o herramienta para explicar y concebir los fenómenos, procesos, los
modos de vida, entre otros aspectos; es decir, la realidad del hombre como tal.
Para la educación de este es muy significativo implementar las destrezas en el
uso de los signos, pero más importante el uso de la lengua. Y es que a través
de la lengua se ejecutan las más prestigiosas y fantásticas obras de las
culturas, entre ellas la literatura.
Sin
la ayuda de los signos es imposible entender el mundo. Ya sean verbales o no
verbales, estos nos ayudan a interpretar y dan directrices al comportamiento
humano y sus vivencias. El signo como fenómeno semiótico nos permite determinar
la visión de lo que nos rodea, ya que cada cultura tiene una apreciación de su
medio. Para la formación integral del hombre, su contexto juega un papel
fundamental en la apreciación de los sistemas semióticos. Volviendo a Eco en su
planteamiento de la vida social como un sistema de signos plantea que: “Dentro
de la cultura cualquier entidad se convierte en un fenómeno semiótico y las
leyes de la comunicación son las leyes de la cultura”, evidenciamos
entonces el porqué de los rasgos tan distintivos de una sociedad con respecto a
otra (en otro ámbito, lo que se conoce como identidad cultural). Un mismo signo
puede tener distintas funcionalidades, aun cuando su sustancia es la misma. Esto
explica la razón por la cual para unos el blanco representa la paz y/o pureza,
mientras que el mismo signo es luto en China.
Por
otro lado, podemos señalar que la teoría piagetiana basa su teoría en la idea
de que los niños no piensan como los adultos. Ésta describe a las estructuras
mentales o "esquemas" de los niños mientras se desarrollan de
infantes a adultos. Además concluye que a través de sus interacciones con su
ambiente, los niños construyen activamente su propia comprensión del mundo. La
teoría de Piaget pretende que el lenguaje de un niño refleje el desarrollo de
su pensamiento lógico y sus habilidades de razonamiento en los periodos o
etapas concernientes al crecimiento normal de un individuo. Es decir, el ser
humano desde temprana edad impregna en su cerebro las asociaciones reales y
psíquicas para comprender la esencia de su entorno. Y no sólo basta con dejar
al libre albedrío el aprender los cientos de sistemas de signos que existen;
sino más bien integrarse a un proceso de enseñanza, la cual es la guía por
excelencia que muestra el horizonte hacia donde de alguna manera todos
terminamos mirando.
Un
mundo sin signos no puede ser concebido de ninguna manera, mucho menos uno donde no podamos hacer uso de los de la
lengua, porque esta es la interpretante de todos los demás sistemas
lingüísticos, apoyando entonces la relevancia de su aprendizaje desde las aulas
de clase. Es inevitable no tener contacto con ellos y más aún, cuando a través
de estos es como adquirimos el conocimiento y la cultura. En fin, precisamos de
la enseñanza del universo de los signos y sus funciones para agregar una
característica más a los que somos y que nos diferencia de otros seres vivos,
para convertirnos sin remedio alguno en un signo como tal.